El Camino de Los Duendes

El Camino de Los Duendes

Foto Atilio Gomez

Bartola, Eustaquia y Estilita; eran tres viejas que vivían, una en el Naranjo, una en Macuro 1 y la otra en Cambural; sitios adyacentes a La Guanota y cuyas edades oscilaban entre los 75 y 80 años para la época de 1.940. Para ese momento no se conocían en la región ni carreteras, ni la educación, ni la medicina, ni la iglesia, ni la política y la gente se  guiaba por métodos arcaicos heredados de cultos y creencias tradicionales que se practicaban en forma religiosa y se observaban con estricta devoción. Estas tres ancianas una de las cuales era partera, una curandera y la otra espiritista, todas practicantes de la brujería tenían cada una territorios demarcados donde ejercían sus influencias y el mismo era respetado por las demás.

Cumplían fielmente los mandatos del espíritu de devoción, y sus casas eran santuarios de creyentes y necesitados de ayuda espiritual o cura para sus maleficios. Todas ellas se tenían miedo espantoso entres si y ninguna se atrevía a pronunciar el nombre de la otra sin antes persignarse y decir, que se le tapen los oídos a esa diabla de que mis palabras lleguen a ellas; pero había una fecha y una ritualidad que las obligaba a concurrir todos los años a un sitio donde debían llegar despojadas de todas sus marramucias, por que allí se iba solo a rezar y debían llevar el alma limpia. Ese sitio era el campo santo, al cual iban a comunicarse con sus fieles difuntos para que le ayudaran a conseguir el perdón de sus pecados en este mundo por todas las vainas que habían cometido. Un vez juntas en el cementerio y creyendo ser redimidas de sus pecados se quitaban el trapo negro de la cabeza, se limpiaban los ojos y se acercaban a los ahijados, de hecho, todas eran comadre entre si; se miraban aunque con un poco de recelo, se mostraban las encías y se intercambiaban el tabaco.

De allí bajaban hasta la casa de estilita para pasar el resto de la noche arrellanadas a la orilla del fogón comiendo chaco sancochado, maíz pelado, cambur asado y guarapo de borra mientras hablaban de los muertos, los espíritus y los duendes, entre chupido y chupido de sabrosos tabacos. La conversación entre las tres brujas se efectuaba invariablemente de noche del primero de noviembre, día de todos los santos y giraba alrededor de todos los misterios del monte, los espíritus y los animales. Si cantaba un burro, Bartola se levantaba, pegaba tres brincos en cruz, se persignaba e invocaba el nombre de San Cipriano. Ladraba un perro, Eustaquia hacia una cruz de ceniza, daba tres planazos en el horcón de la cocina e invocaba el nombre de san Lázaro y si cantaba un gallo, ya eran las doce de la noche y Estilita se dirigía a la orilla del camino para ver el paso de los duende que según ella salían del rio de las Charcas, subían por el camino de los Cauchos, entraban a las cuevas de Corozal, para luego subir por el camino de Pancho Zamora, atravesar el cerro del Burro, bajar por el camino de Los Manantiales, faldar el Cerro de Las Trincheras, bajar a la sabana de Boquerón, atravesaban el Banqueado, terminando su viaje en la Cueva del Guácharo, donde debían confesarse ante los espíritus del monte para terminar su peregrinación por el camino de los hombre.

Puede ser la mayor de las ingenuidades , pero tuve la oportunidad de escuchar de los propios labios de la vieja Estilita Dimas esta espeluznante narración el día 13 de diciembre de 1.946, cuando ella subió de Cambural a La Guanota para ejercer su voto en las elecciones efectuadas el 14 de diciembre de 1.946, siendo su interlocutora en esa ocasión la señora Cleofe Oliveros, mientras nosotros un grupo de muchachos , que para entonces no éramos ajeno al ámbito que nos rodeaba, como los de ahora, oíamos esa conversación con la mayor sorpresa y hoy la recordamos como un ejemplo de la cultura campesina de aquella época.

Pero “El Camino de los Duendes” sigue allí, al igual que los misterios e inquietudes de la humanidad por conocer los secretos que rodean nuestra existencia. Quizás esas ancianas estaban poseídas por alguna influencia extraña que las impulsaba a tomar decisiones , como la de arrancar a las seis de la tarde del rio de las charcas- limite sur del estado Sucre con la parte del norte del estado Monagas- acompañada por una perrita y una punta de espíritus; según ellas a efectuar durante la noche todo el recorrido por el camino de los duende antes descrito, para llegar a la Cueva del Guácharo, antes del primer canto de gallo , para encontrarse con el Dios de los montes y recibir los poderes de la curandería. Extraña y peligrosa curiosidad a la fe. Estilita solo aspiraba deshacerse de las otras dos viejas usurpando sus respectivas facultades como curandera y partera y hacerse dueña de la región. De allí salió una antigua conseja: A Bartola la mataron a machetazos por bruja, Eustaquia se murió de hambre y a Estilita se la llevo el diablo.

Escrito por: Jorge Martínez R / laguanota.blogspot.com 

Entrevista o recopilación de Atilio J. Gomez Garcia a Gonzalo Martinez. Publicada en el "Diario El Sol de Maturin" el dia domingo 8 de Diciembre del 2.002

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