Reportajes

Todavía estaban frescas en la retina aquellas imágenes de un mes de enero de 2012 cuando las voraces llamas consumieron inexorablemente a un grupo de casas históricas y locales comerciales en la esquina conocida como la de Gabriel Gómez de nuestro apreciado Caripe. Para aquel entonces los vecinos colindantes y bomberos trataron de extinguir aquel infierno con los recursos y medios que escasamente disponían, la causa no podría ser otra más común u oportuna que un cortocircuito. Pero el humo ni siquiera se había disipado cuando empezó a surgir como de la nada, oculto tras una improvisada pared de láminas de zinc, aquel armazón de hierro visualmente disonante con el estilo de las edificaciones vecinas, mayoritariamente de vieja data; con el tiempo se supo que con esta estructura se pretendía levantar un completo comercial de 40 locales estratégicamente ubicados en pleno centro del pueblo.

Inmediatamente no pudimos dejar de pensar como sería aquel escenario cuando todos estos locales estuviesen funcionando a full capacidad y con la actividad típica del día a día con trabajadores, clientes y proveedores tratando de cargar y descargar mercancías en una zona neurálgica para el tránsito del pueblo. Agravándose esta tormenta perfecta con los escasos lugares de estacionamiento disponibles actualmente y la falta absoluta de nuevas zonas incluidas en el proyecto.

Pero como si se tratase de un Déjà vu, esa sensación de haber vivido un momento con anterioridad, este mes se interrumpió la tranquilidad del pueblo con otro fuego en otra no menos importante esquina de Caripe. La emblemática esquina de Tepedino era consumida por un infierno que reducía a cenizas un pasado arraigado en la memoria del pueblo, convirtiendo sus espacios en "Casas Muertas".

Y mientras los vecinos y bomberos una vez más luchaban por sofocar las llamas, no se podía dejar de pensar en el pasado, se convertiría este solar en nuevo despropósito de proyectos sin urbanismo, de arquitecturas inconsultas y en total alejamiento a la idea de conservar nuestra herencia ancestral, ya se había hecho una vez en el pasado cuando se derribo la iglesia antigua que había sido declarada patrimonio histórico.

Pero no es que seamos pesimistas, ni estamos en contra del progreso, solo hay que trasladarse a la avenida Libertador y vecino al terreno donde supuestamente se levantaría una nueva plaza Bolívar y una nueva alcaldía, allí nos sorprenderá una descomunal estructura donde se pretende establecer un quien sabe que, en un quién sabe cuándo.

Pero es que como en muchas cosas en Caripe, el desdén, la apatía, el desconocimiento o el desamor nos aíslan de la visión de un futuro sostenible y armónico con lo que somos y donde vivimos.
Como nos gustaría volver a vivir en el Caripe de antes pero con servicios básicos eficientes, con la confianza de salir a pasear sin miedo, con aquel sentimiento de hermandad de antaño, sin rencores políticos, con una sociedad activa, productiva, creativa y preocupada hacia donde queremos llevar a nuestro pueblo y buscando el mejor camino para conseguirlo. No es tarde para lograrlo, sólo debemos empezar a trabajar por ello.